“La soledad no es estar solo, es estar vacío” (Séneca)
Una manera inconsciente pero muy popular de desvalorizarnos es considerar que es lógico sentirnos mal si estamos solos.
Tenemos un programa interno llamado ego que al operar como un juez nos aísla de nuestra identidad amorosa. Su función es mantener viva una culpa subconsciente asociada a un drama pasado cualquiera que éste sea.
Debido a que dicho programa se hace pasar por nosotros, es menester bloquearlo y tratarnos a nosotros mismos como a una persona más a la cual amamos. En vez de pensar “estoy solo”, puedo sentir “me encanta estar conmigo”; de esta manera, no te excluyes a ti mismo y te valoras. La sensación de soledad o aburrimiento es una estrategia fundamental programada para propiciar todo tipo de dependencias y, por lo tanto, ratificar una esclavitud fabricada.
La causa de esto es el miedo de mirar nuestra mente, su efecto es social. Nos definimos según un resentimiento pasado, una historia de vida o drama; si no pudimos soltarlo, proyectamos con la mirada esas causas en los demás.
Si nos aquietamos y nos volcamos al silencio meditativo, notaremos que nos insultamos por medio de juicios temerarios y sensaciones de incomodidad; luego queremos tapar esto que encontramos, y la mejor manera es salir corriendo para hacer algo con alguien.
El mito de la pareja para erradicar la sensación de soledad y la desvalorización interna es el principal lío en que nos metemos. El deleite preferido del ego es evitar el dolor y seducir a otro para que se quede con nosotros. La pareja trae problemas porque nos refleja lo que no hicimos con nosotros y que nos encantaría que otro hiciera. El hombre que se aburre consigo mismo siempre atraerá a una mujer que siente lo mismo de ella, y entre los dos tratarán de paliar lo que sienten de sí mismos. El resultado será evidente. Ni estando con la persona más feliz del mundo me volvería yo feliz si dependo del otro para sentir mi vida. En verdad, siempre hablamos de otras personas con el único propósito de proyectar el sistema de culpa inconsciente. Aun así la responsabilidad siempre significará en lo más profundo que ya nos dimos cuenta que todo sucede en nuestra mente. Esta es la llave. La práctica meditativa para encontrarnos a nosotros mismos es anterior al casamiento. Integrarnos mentalmente es la base de todas nuestras expresiones externas incluida la pareja.
Puede ser que una mujer esté cansada de vivir con hombres, pero también se siente muy frustrada cuando se encuentra a solas con ella misma en intimidad. Su parte masculina, valiente, fuerte y protectora está dormida. Como hombres no podemos vivir sin una mujer, no sabemos convivir con nosotros mismos. A veces nos decimos: “No puedes vivir con ella, no puedes vivir sin ella”. La parte femenina interna en el hombre, suave, comprensiva y dulce, está dormida.
Si el ser humano no se integra por dentro a través de la observación diaria de su mente, de la meditación profunda y del perdón a sí mismo, no encontrará saciedad final en su polaridad exterior, sea hombre o mujer.
Cuando la integración de la polaridad interna está consolidada, la relación con la polaridad externa produce placer; sentirás que con esa mujer o ese hombre tocas el cielo, pero también con ese árbol, en la calle, a solas y en cualquier momento y situación. La liberación estriba en que no vemos a nuestra pareja desde la necesidad interior. Al liberarnos del pasado no anhelamos ningún futuro y el presente se vuelve tal como su término lo expresa: un regalo. La persona que nos acompaña ahora pasa a ser un lujo en nuestras vidas, alguien a quien realmente disfrutamos desde nuestra sanidad interior. Pero mientras experimentes a la pareja como una necesidad sin la cual no te sientes cómodo y completo, vivirás todo tipo de resentimientos confusos que en realidad únicamente surgen de tu mente. Por lo tanto, no existen los problemas de pareja, sino que más bien son derivaciones de nuestras dependencias mentales no sanadas.
No eres feliz con tu pareja porque no eres una persona feliz.
Desde la esclavitud interior no observada, exigimos a los demás, seducimos, atacamos, nos defendemos ferozmente, insultamos, menospreciamos, degradamos a otros y culpamos, comparamos, anhelamos, nos desvalorizamos, nos volvemos estrategas de una astucia inservible y cansina. La infelicidad tiene sus obvias raíces. Lo que piensas que depositas en el afuera desemboca ineludiblemente en ti. La vuelta social que la mente inventó para depositar culpas afuera tiene sus profundas raíces en el pensamiento no observado. La desembocadura de todo pensamiento es de inmediato la mente que lo genera. Se puede decir que una persona está realmente sana cuando puede permanecer dichosa estando a solas por varios meses, en intimidad con ella misma, o con otra persona, sin culparlo ni culparse por lo que siente.
Sentirse bien con uno mismo es sentirse bien con la vida, es felicidad sin dependencias.
Las relaciones nunca suplantan la relación con uno mismo y puede ser que lo que buscamos en pareja es lo que no hacemos internamente por nosotros. Desde el punto de vista cuántico y no dual de conciencia, no hay nadie allí afuera, únicamente “otro” idéntico, neutro, inocente, pero revestido de todos mis prejuicios producto de la condensación de mis miedos.
Fuente: elciudadanoweb