TÍTULO

Blog del eBook El Maestro de la Realidad

jueves, 28 de diciembre de 2017

PERFECCIÓN FÍSICA



Para mí cada centímetro cúbico de espacio es un milagro...
Bienvenidos sean cada uno de mis órganos y actitudes...
Ni un centímetro, ni una partícula de un centímetro es vil...
Walt WHITMAN
(1819-1892)

Tu actitud con respecto a tu cuerpo influye en los átomos y las moléculas que lo forman. El doctor Deepak Chopra dice a menudo a su audiencia: «Pensamientos felices hacen moléculas felices», señalando que la composición química de las lágrimas de júbilo es notablemente diferente de la composición química de las lágrimas de tristeza. Así que haz las paces con tu cuerpo y cuida sus distintos órganos, fluidos y estructuras óseas, contempla con admiración su movimiento, sus pensamientos, sus sueños, sus cálculos, sus afectos y sus constantes cambios. Esa es la actitud que Walt Whitman te pide que abraces cuando contemples el milagro de tu cuerpo en continua transformación: una actitud de admiración.

No hay nada imperfecto o vil en el cuerpo. Nunca es demasiado bajo, alto, rechoncho, oscuro, blanco ni ninguna otra cosa.

El color de tu pelo, la cantidad, los lugares donde crece, todo ello sigue un designio divino. Tus senos son justo del tamaño que han de ser, tus ojos del color adecuado y tus labios del grosor correcto. Aunque tus pensamientos felices pueden crear moléculas felices, y tu mente tiene mucho que ver con tu salud, básicamente el cuerpo es un organismo que funciona de forma natural. Te has limitado a ocuparlo. Su forma, tamaño y lo que erróneamente se han denominado taras están en perfecto orden.

Unas pocas semanas después de la concepción, empezó a latir un corazón en el vientre de tu madre y tu cuerpo empezó a formarse, independientemente de tu voluntad. El proceso de la formación del cuerpo sigue siendo uno de los grandes misterios de la humanidad. ¿Quién puede explicarlo? El cuerpo inició su viaje a partir de la nada, los dedos de los pies y de las manos surgieron de una diminuta gota de protoplasma humano. ¿Cómo? ¿Dé dónde salió? ¿Quién puede cuestionar la sabiduría que determina el desarrollo de la simiente? Y eres tú quien reside en ese cuerpo que cambia tan drásticamente fuera del útero como cuando estaba dentro. Tú, el yo invisible, el fantasma que está dentro de la máquina, el ocupante de esta creación perfecta que observa todo el proceso.

Tu cuerpo es como un expediente académico, sólo que es para Dios. Es tu templo particular, el lugar en el que, mientras estés en este mundo, podrás comunicarte con Dios. Hallar cualquier defecto a esta casa divina o encontrar repugnante alguna de sus partes es mancillar el único lugar donde sabes que puedes encontrar a Dios. Nadie puede detener el proceso de este cuerpo cambiante.

Nadie puede alterar su estructura fundamental. Vives en una entidad que siente una atracción invisible hacia el futuro que la llevará allá donde deba ir. No desprecies ninguna de sus partes a menos que quieras negar la sabiduría que te ha creado.

Trata a tu cuerpo como si fueras un huésped que está de visita y que luego ha de marcharse. Mientras esté aquí, no lo rechaces, no lo envenenes. Respétalo, acógelo y permite que siga su camino, que no es otro que marcharse como ha venido, regresar a su origen.

Diviértete al observar cómo tu cuerpo atraviesa sus distintas fases. Admira cada centímetro.

Cuando te tuerzas el dedo del pie, te hagas un corte en un dedo de la mano o le des un tirón a un músculo y notes constantemente ese pequeño dolor que hace que hasta la más sencilla de las tareas resulte molesta, recuerda lo agradecido que has de estar por tener los dedos de los pies, los dedos de las manos y los músculos. Recuerda cómo trabajan a la perfección la mayor parte del tiempo, sin que tú te des cuenta. ¿Por qué, entonces, habrías de tener algún pensamiento desagradable respecto a tu cuerpo o contemplar esta cambiante creación divina con desprecio? Eres un privilegiado por tener el cuerpo que tienes. Hónralo como si fuera un garaje donde aparcas tu alma. Niégate a tener pensamientos de desprecio respecto a él. No te quejes de su tamaño, de su color o de sus zonas gastadas.

Mientras sientas gratitud y admiración, no es probable que lo rechaces. Cuando tu yo interior contemple con admiración cada milímetro del universo, consciente de que no hay errores, cuidarás más de tu cuerpo, lo repararás y lo mantendrás limpio, saludable y en forma. Si tu cabello elije crecer en tus orejas, sobre tus hombros y en tu nariz, en lugar de hacerlo en la cabeza, ¡que así sea! Si tu piel deja de estar tersa alrededor de los huesos, aplaude ese proceso. No te aferres a la carne como si fuera a durar siempre. Todo cuerpo es vulnerable a la muerte y, sin embargo, paradójicamente, dentro de ese mismo cuerpo mora tu yo inmortal. Considera tu cuerpo como un lugar desde donde observar el mundo. Hazlo desde la perspectiva milagrosa y sagrada que Walt Whitman tantas veces ha mencionado en su magnifica poesía.

Extraído del libro La Sabiduría de todos los tiempos, de W. Dyer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en este espacio.
En breve tu comentario será revisado y publicado.

Lo + LEÍDO