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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

lunes, 18 de diciembre de 2017

HONRAR A TUS GRANDES MAESTROS


¿Quiénes son las personas que te irritan y te ponen frenético? ¿Tu cónyuge? ¿Tus hijos? ¿Tus padres? ¿Cierto empleado? ¿Tu jefe? ¿Un vecino? Estoy hablando de los que realmente te enojan. Cualquier otra persona podría decir lo mismo y lo pasarías por alto alegremente e incluso responderías en un tono de lo más espiritual y amoroso: «Gracias por compartir...». Es evidente que estas personas, que te hacen sentirte frustrado y te trastornan con una simple mirada de desaprobación o gesto ceñudo no son una amenaza a que seas un instrumento de paz. Son tus mayores maestros.

Empieza a reconocer que todas estas personas son tus maestros y te ayudan a ser un instrumento de paz. Eso es, son tus guías y tienen mucho que enseñarte. Cada vez que creas que otra persona está causando el desorden y el caos que sientes es el momento de reconocer que te está permitiendo descubrir que todavía no te dominas. Así es, necesitabas un recordatorio de paz. Recuerda: estás en estado de iluminación cuando te hallas inmerso en la paz y rodeado de ella. Cualquier persona a quien des autoridad para eliminar de ti ese estado es un recordatorio de lo que has de hacer para estar más en paz.

En mi caso, mi esposa e hijos son mis mayores maestros. Llamo a estos maestros tan especiales mis compañeros del alma. Mi definición de un compañero del alma no es alguien que está de acuerdo conmigo en todo, comparte los mismos intereses y siempre trata de complacerme. Defino los compañeros del alma como las personas a las que amas profundamente, pero de las que no puedes deshacerte, que siempre están ahí y con los que a menudo estás en desacuerdo. Estos compañeros del alma son tus mayores maestros porque son un recordatorio continuo, enviado por Dios, para que te ayuden a dominarte. Así que es tremendamente beneficioso que seas consciente de que has de honrar a estas personas.

Mi esposa es una de ellas. Hace muchos años que estamos juntos y hemos capeado juntos vanas crisis, pero aún a veces puede alterarme algo que ha dicho o el tono de voz que utiliza. Sé que si me lo hubiera dicho cualquier otra persona no le habría hecho caso y al instante habría estado en paz. Sin embargo, con mi compañera del alma no estoy en paz. Asimismo, he dado a mis hijos el mismo poder.

Cuando reflexiono sobre algo que me ha trastornado, me doy cuenta de que una vez más no he superado esta sencilla prueba: la capacidad de estar en paz frente a mis maestros. Para ser un instrumento de tu paz hay que ser capaz de irradiar lo que somos por dentro. Independientemente de cuándo los encontremos, nuestros maestros están ahí para ayudarnos a ser un instrumento de paz. Algún día, seguramente poco a poco, sabré estar en paz incluso en los momentos en que mis mayores maestros están realizando su mejor trabajo.

Extraído del libro La Fuerza del espíritu, de W.Dyer

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