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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

martes, 27 de febrero de 2018

MUERTA ESTÁ EL ALMA QUE DORMITA



EL SALMO DE LA VIDA
No me digas lamentándote,
¡la vida no es más que un sueño vano!
Puesto que muerta está el alma que dormita
y las cosas no son lo que parecen.
¡La vida es real! ¡La vida es grave!
Y la tumba no es su meta.
Polvo eres y en polvo te convertirás,
no se refería al alma.
Ni el goce, ni el pesar
son a la postre nuestro destino;
es actuar para que cada amanecer
nos lleve más lejos que hoy.
El tiempo es breve y el arte es largo
y nuestros corazones, aunque bravos y valerosos,
todavía, al igual que tambores sordos,
tocan marchas fúnebres hacia la sepultura.
En el extenso campo de batalla de este mundo,
en el campamento de la vida,
¡no seas como buey mudo aguijado!
¡sino héroe en el conflicto!
¡Desconfía del futuro por agradable que sea!
Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos.
¡Actúa, actúa en el vivo presente
el corazón firme y Dios guiándote!
Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
que podemos sublimar las nuestras,
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y al partir tras de sí dejan
sus huellas en las arenas del tiempo.
Huellas por las que quizás otro que navegue
por el solemne océano de la vida,
un hermano náufrago desolado,
al verlas, vuelva a recobrar la esperanza.
En pie y manos a la obra,
con ánimo para afrontar cualquier destino.
Logrando y persistiendo,
aprendiendo así a trabajar y a esperar.

Henry Wadsworth LONGFELLOW
(1807-1882)

«Muerta está el alma que dormita». Deja que tu alma cobre vida y experimente la vida a través de tu existencia física. Puedes empezar leyendo este popular poema cada día y permitir que la grandeza de su autor inspire tu entusiasmo. Luego prueba algunas de estas sugerencias prácticas:

• Cada vez que inicies una actividad, como caminar por la playa o ir a un partido de fútbol, hazlo como si fuera la primera y la última vez que vas a tener esta experiencia. Esto te dará una perspectiva renovada y te proporcionará entusiasmo en todo lo que estás haciendo. Tengo ocho hijos y me sería imposible enumerar la cantidad de espectáculos, conciertos, audiciones, recitales, partidos de fútbol, de baloncesto, de béisbol, entrenamientos y desempates a los que he asistido. Practico esta sugerencia cada vez que voy. Imagino que es la primera vez que lo hago, o bien la última, y eso hace que mi entusiasmo se reavive considerablemente.

• Cambia tu actitud respecto al modo de definirte como persona. En vez de decir: «Soy una persona poco expresiva», piensa: «Voy a dejar que se manifieste mi entusiasmo por la vida». Siempre puedes elegir entre dejar que tu alma dormite o que disfrute en este cuerpo a través de ti.

• Corrige tu inclinación a no ser participativo en la vida. Permanecer al margen mientras los demás participan de la acción está bien, pero cuando dejes que tu entusiasmo por la vida triunfe, sabrás lo que Longfellow quería decir cuando te recordaba que te pusieras en pie y actuaras.

• Otro de los grandes poemas de Longfellow habla del paseo de Paul Reveré y empieza con las famosas líneas: «Escuchad, hijos míos, y oiréis...». Léelo entero y siente la emoción de ese momento épico y cómo el autor se entusiasma al explicar la historia. Aún apesadumbrado por la muerte de su esposa, este hombre pudo ponerse en pie y actuar «con ánimo para afrontar cualquier destino».

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