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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

viernes, 7 de julio de 2017

EL MUNDO QUE VEMOS




El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes. “La proyección da lugar a la percepción”.

Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo. 

Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores –nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste- veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. 

Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos “buenos” o “caritativos”, sino porque lo que vemos no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a “perdonarlos”. Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros.

El "pecado" se define como una “falta de amor”. Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo. Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al “principio de la escasez” el cual rige al mundo de las ilusiones. 

Desde este punto de vista, buscamos en otros lo que consideramos que nos falta a nosotros. “Amamos” a otro con el objeto de ver que podemos sacar de él. De hecho, a esto es a lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es incapaz de exigir nada.

Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede desunir.

(...)

La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La
percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene.

El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, más en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte enla víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros –invulnerable mientras se le necesite- que luego sencillamente se le descarta cuando deja de ser necesario.

De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija.
Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo.

UCDM

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