Uno de los grandes ejercicios de meditación que aprendí hace muchos años supone imaginar que uno se eleva fuera de su propio cuerpo y flota en el espacio hasta llegar tan lejos que puede observar todo el planeta. Si lo haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin tu presencia en ella. Será una tarea difícil para tu ego.
A continuación, empieza a observar el planeta sin emitir ningún juicio, negándote a calificar nada de bueno o malo, correcto o incorrecto. Proponte simplemente observar, permitir y enviar amor incondicional. Probablemente, te resultará más fácil enviar amor incondicional cuando no estés ahí para interferir. Es decir, puedes amar incondicionalmente cuando consigas apartar a tu ego del camino. Esta técnica te ayudará a proyectar amor incondicional.
Si todo tú te conviertes en amor incondicional, no participarás en las preocupaciones del ego. Al funcionar desde esta perspectiva, practicas la desvinculación en un estado de afabilidad, lo que te convierte en un testigo compasivo hacia todos y todo aquello con lo que entres en contacto. Es algo mágico poder irradiar esta clase de amor fuera de tu persona. En eso consiste la resolución de ese gran misterio que es cómo conectarse y conocer a Dios. Es decir, no de saber lo que es Dios, sino de conocer a Dios.
El proceso de convertirse en un observador desvinculado se produce en el silencio de la contemplación o la meditación. Busca tiempo para estar a solas, rodeado de serenidad y entra en este lugar interior de amor. Es en el silencio donde conocerás verdaderamente la energía divina del amor incondicional.
La mayoría de los occidentales tenemos grandes dificultades para soportar prolongados períodos de
silencio. Se suelen llenar esos momentos con música, conversación, radio, televisión y cualquier otra cosa que se pueda utilizar para evitar el silencio. La nuestra es una cultura ruidosa.
Al intentar meditar y limitarme a observar el silencio, escucho aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras, teléfonos portátiles, sierras y las numerosas máquinas que remueven la tierra y la arena, que abren zanjas, limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas tienen fuentes de potencia que contaminan el mundo con su ruido atroz.
Se necesita práctica para aprender a trascender esos sonidos, abstraerse y dejar fuera toda esa contaminación sonora. El ruidoso mundo seguirá filtrándose hasta tus momentos de tranquilidad, a menos que puedas alejarte lo suficiente de él para entrar en contacto con la naturaleza y evitarlo.
Nuestra preocupación por el sonido satisface la necesidad del ego de escapar de la serenidad y el amor incondicional de la inteligencia divina que es Dios. Pero puedes convertirte en un observador desvinculado si decides limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu yo superior se haga cargo de todo. Conviértete en un observador incondicionalmente amoroso, no te limites a ser alguien que se deja guiar siempre por su ego.
Despréndete de tu inclinación a juzgar y moralizar, y tómate personalmente todo aquello que observes.
Conviértete, simplemente, en alguien que observa. Te encontrarás entonces alineado con Dios, permitiendo que todo se solace en tu bienaventurado amor, en lugar depermitir que el ego insista frenéticamente en que existe una forma superior. Ser piadoso significa expresar el amor que hay en uno mismo. Es mucho más que estar simplemente cerca de él. Tienes que formar una unidad con el ser universal de Dios.
Extraído del libro Construye tyu destino , de W. Dyer
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