"Volviendo al hilo de las enseñanzas recibidas a través del Mensajero Neale, recuerdo que hacía hincapié en las dos emociones raíces que pueden dirigirnos, dependiendo de nuestra elección: El Miedo o el Amor.
Y la emoción del Miedo ya la reconocía a través de todas las enseñanzas recibidas hasta ahora. Dios sigue hablando con el Mensajero Neale:
“Necesitas el Miedo para ser, hacer y tener lo correcto? Bueno, malo, correcto, incorrecto, ¿quién establece los criterios para juzgar? ¡Tú eres quien creas tus leyes, quien crea tus pautas! Recuerda : estás constantemente creándote a ti mismo, en cada momento estas decidiendo quién y qué eres , lo que piensas, lo que sientes, lo que hablas y lo que haces. Y lo haces a través de las decisiones respecto a las personas y cosas que te apasionan” (Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsh)
Estas palabras me devolvían algo que no había perdido en realidad pero que yo creía o entendí que podía ser que sí. Mi libre albedrío, creí que lo podría perder al entregárselo a mi Yo Superior y por ende a Dios. Según esto, no se trataba de eso, sino de mantenerme vigilante ante los dictados del ego y decidir siempre que me fuera posible elegir la opción del Yo superior, que llegaría de la mano de una simple pero contundente pregunta ante toda circunstancia: ¿qué haría el Amor ahora?
El Maestro de la Realidad me estaba enseñando, con muchas pruebas y argumentos así como certezas que: el Amor es lo único que hay, lo demás son Ilusiones.
Lo que me sucedía es que en cuanto aparecen las preocupaciones, las dudas, los problemas y las preocupaciones, nos olvidamos de lo fundamental: volver a enfocar todo desde el Amor. Uno de los mensajes que más me gustaron de aquella película es una frase que considero de total aplicación cuando uno se siente preocupado: “la preocupación es la actividad de una mente que no entiende su vinculación conmigo”. (Conversaciones con Dios. Neale Donald Walsh)
Totalmente de acuerdo con esta afirmación y yo le añadiría: una mente a la que se le olvida sentir lo que somos el mayor número de instantes posibles, mientras está en proceso de entenderlo. Y si, digo instantes, porque como leeremos más adelante un solo instante santo, es decir en el que de corazón nos sintiéramos Uno con el Uno, bastaría para sanarnos. Mientras tanto, lo que si podía hacer era seguir aprendiendo a sentir esa conexión."
(Extracto del capítulo XVII del Libro "El Maestro de la Realidad")
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