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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

martes, 14 de noviembre de 2017

DONDE HAYA ODIO



El odio que esa persona dirige hacia ti en realidad es una manifestación de su dolor. Cuando el odio se disuelve, el dolor deja de atormentar. En esta frase de su plegaria san Francisco pide fuerzas para sembrar amor frente al odio. Tú puedes hacer lo mismo aun cuando recibas odio de aquellos con los que vives y trabajas.

Nada de lo que aquí digo implica que tengas que convertirte en víctima de nadie. Una de las cosas más amorosas que puedes hacer como respuesta al odio es enviar en silencio una bendición a esa persona y salir del campo de energía del miedo y el odio. Si te marchas sin gritar ni maldecir, o sin responder con violencia, le estás diciendo a esa persona que te amas demasiado a ti mismo para ser su víctima. Luego, cuando se haya calmado, ve a hablar con ella, cuando el campo de energía ya no esté impregnado de odio.

Lo que quieres evitar es que te hagan sentir repulsión, repugnancia o dolor. Tu objetivo es permanecer en un estado de amor. Retirarte de la escena es una manera de mantener tu campo de energía sin contaminar y dar a la persona que odia un espacio para reflexionar sobre sus acciones en privado. Recuerda que su odio es su tormento. Si no permites que su odio se haga tuyo, ayudas a esa persona a eliminar su dolor.

Cuando encuentres odio en alguien de tu entorno, utiliza esos momentos para acudir a Dios. Al salir de tu ego, que quiere desquitarse y triunfar sobre el odio, estás sembrando amor. Tu fuente es Dios. La fuente del odio es la creencia errónea de que se está separado de Dios. Acude a tu fuente cuando te enfrentes con el odio y encontrarás la guía que necesitas para dar amor. Si alguien intenta tentarte con su odio, tienes la opción de no picar en el anzuelo. Es como intentar discutir con alguien que se niega a hacerlo. La persona enojada queda desarmada por la respuesta del pacifismo o el amor. Todo lo que el amor contempla se transforma en alegría y belleza. O, en otras palabras, el amor y el odio no pueden vivir juntos.

Muchos de los llamados problemas en la vida son consecuencia de tener que tratar con personas que ponen odio en el campo de energía. Toma nota de cuánto odio infecta tu hogar, tu lugar de trabajo, tu familia y amigos, tus relaciones e incluso tu salud. Luego, pregúntate si contribuyes a ello odiando a los que odian.

Como ves, nada de esto es un problema si practicas lo que san Francisco pedía a Dios en esta frase de su plegaria: «Que donde haya odio, siembre amor». El reto es no permitirte quedar atrapado en una telaraña de odio que perpetúa más odio. Aunque estés completamente rodeado de esta clase de energía, y te parezca físicamente imposible salir de ella, puedes tomar la decisión consciente de no tener más que pensamientos amorosos. Recita en silencio: «Señor, haz de mí un instrumento de Tú paz; que donde haya odio, siembre amor» y la situación cambiará.

¿Cómo? Los problemas se experimentan primero en los pensamientos. Si tienes amor, no habrá espacio para el odio, ya que no pueden vivir juntos en el mismo lugar. La solución espiritual es ser consciente de tus pensamientos frente al odio y mantenerte firme en tus pensamientos de amor. Esto requiere tiempo, pero poco a poco el amor transformará el odio en alegría y belleza.

Extraído del libro La Fuerza del Espíritu de W, Dyer

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