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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

martes, 2 de enero de 2018

EL ENOJO. Sembrar árboles venenosos



Enojado estaba con mi amigo,
a mi ira se lo dije y mi ira pereció.
Enojado estaba con mi enemigo,
esta vez no se lo dije y mi irá aumentó.
Con temores la ahogué,
noche y día con mis lágrimas.
Con sonrisas y tiernas astucias engañosas,
de sol la bañé.
De noche y de día creció,
hasta que una manzana salió;
mi enemigo la contemplaba brillar,
sabiendo que era mía.
Y en el jardín la robó,
cuando la noche el polo había cubierto:
por la mañana contento estuve al ver
a mi enemigo bajo el árbol yaciendo.

William Blake
(1757-1827)



William Blake fue un poeta, grabador, pintor y místico inglés. Su poesía es conocida por su misticismo y su complejo simbolismo. William Blake es uno de mis héroes. Durante su vida fue un poeta consumado, pintor, artista y místico visionario, que durante mucho tiempo fue repudiado por sus contemporáneos y catalogado de loco. Toda su vida la pasó en el umbral de la pobreza y murió en el olvido. Sin embargo, en la actualidad este hombre es considerado como una de las más grandes y originales figuras de la historia de la literatura y sus peculiares grabados son piezas únicas que están valoradas en millones de dólares.

He devorado sus poemas épicos, los he citado muchas veces a lo largo de mi vida y decidir cuál incluir en este libro ha supuesto un reto considerable. Sus palabras más famosas son las que utiliza para abrir Cantos de la inocencia, escrito en 1789: «Ver el mundo en un grano de arena y al cielo en una flor silvestre; sostener el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora». Estas líneas demuestran la preocupación de Blake por el poder de la mente para percibir a Dios o al infinito, el valor de nuestra imaginación y la unidad con el universo. En este libro he escrito ya sobre estos temas, y he elegido «Un árbol venenoso» como otro gran ejemplo de lo que este «genio loco», que escribía a poco más de cien kilómetros de donde se estaba fraguando la Revolución francesa, puede ofrecernos hoy en día.

«Un árbol venenoso» es básicamente un mensaje para mantener relaciones de amistad a través de la comunicación. La idea principal del poema es ésa: comunicación. «Enojado estaba con mi amigo, a mi ira se lo dije y mi ira pereció.» Una forma increíblemente simple de expresar una verdad profunda. Cuando sientes algo y tienes el sentido común o el valor para expresar ese sentimiento a tus seres queridos, la rabia y la furia desaparecen, casi como por arte de magia. *

Tiempo atrás tenía la tendencia a permanecer en silencio cuando estaba furioso. Admito que me gustaba regodearme, darle vueltas al asunto una y otra vez en mi mente, donde tenía largos diálogos con la persona con la que estaba enfadado. Siempre que he adoptado esta postura de excluir a mis seres queridos o amigos, la ira ha persistido. Sin embargo, cuando al final acaba saliendo y podemos comunicarnos, expresando nuestros auténticos sentimientos, por muy absurdos que le puedan parecer a la otra persona, de forma mágica y casi instantánea la furia desaparece.

«Enojado estaba con mi enemigo, esta vez no se lo dije y mi irá aumentó.» Ésta fue precisamente la lección que tuve que aprender, y reconozco que todavía tengo que trabajarla a diario.

En mis relaciones pasadas me hice enemigos entre las personas que más quería. En el momento en que pasaron a esa categoría, mi ira se quedó dentro y en mi cabeza comencé a escenificar complicados desenlaces a los cuales sólo yo tenía acceso. De ahí que mi tendencia a guardar mi ira dentro, a no manifestarla, me permitiera crear lo que Blake denomina un árbol venenoso. Podía regarlo con mis lágrimas y bañarlo de sol con sonrisas engañosas.

¿Y cuál fue el resultado? Que siguió creciendo hasta dar fruto. Sin lugar a dudas el fruto es un veneno tan potente que acabará destruyendo a quienes han sido catalogados como enemigos. Ellos estaban «bajo el árbol yaciendo».

El mensaje de este poema es profundo. No alude sólo a las relaciones personales, sino a todas las personas con las que has de tratar en tu vida. Cada vez que notas que la chispa prende en tu interior y que tu ira empieza a crecer, te estás metiendo en un laberinto.

La única salida posible es frenar ese sentimiento y hacer que esa persona sea tu amiga en vez de tu enemiga. Dile a esa persona: «¡Creo que en estos momentos estás intentando manipularme y preferiría que dejaras de hacerlo!». Este tipo de afirmación sincera y sensata aplacará tu ira e inhibirá el crecimiento de un árbol venenoso, que al final acabará destruyéndote a ti o a quienquiera que se convierta en tu enemigo.

Del mismo modo en las relaciones familiares, cuando sientes algo que se parezca a la ira, ármate de valor para decir lo que sientes sin insultar ni gritar. He observado que, con mis hijos, cuando guardo silencio la ira no desaparece. De hecho, empeora porque nos hemos convertido en enemigos y ambos estamos cultivando nuestro propio árbol venenoso en nuestro interior. Cuando nos sentamos y les explico cómo me siento y por qué estoy decepcionado, esto generalmente conduce a una discusión abierta en la que ambas partes podemos expresarnos y que termina con un abrazo y un «yo también te quiero, papá». Curiosamente, «a mi ira se loxiije y mi ira pereció». Puede que desees recordar estas palabras cuando busques la manera de que tus relaciones se muevan en el ámbito de la dicha.

En cualquier relación entre dos personas es inevitable que surjan conflictos. Con frecuencia manifiesto mi creencia de que en una relación en la que las dos personas están de acuerdo en todo, una de ellas es innecesaria. Tu alma gemela suele ser la persona que se parece menos a ti, la que puede hacer saltar los resortes que te sacan de tus casillas. Esa persona es tu alma gemela, precisamente porque tiene ese poder. Cuando te pones hecho una furia, la persona a la que percibes como la culpable de esa reacción se convierte en tu gran maestra. Esa persona te está enseñando que todavía no eres dueño de ti mismo, que todavía no sabes decantarte por la paz, cuando te tocan ese resorte.

El camino para encontrar esa paz está en decirle a tu amigo, amante, hijo, padre o suegra cómo te sientes. Hazlo desde una postura de distanciamiento y honestidad y observa cómo desaparece tu ira. Habrás eliminado por completo la posibilidad de nutrir y crear un árbol venenoso.

Extraído del libro La Sabiduría de todos los tiempos, de W. Dyer

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