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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

miércoles, 17 de enero de 2018

HUMILDAD




SOLEDAD

Feliz es el hombre cuyo deseo y preocupación
están ligados a unas pocas fanegas paternas,
contento de respirar su aire nativo
en su propia tierra.

Cuyas manadas leche dan, cuyos campos de pan le abastecen,
cuyos rebaños de atavío le proveen,
cuyos árboles en verano sombra le dan
y en invierno fuego le proporcionan.

Bendito aquel que sin inmutarse
puede ver pasar tranquilamente
las horas, los días y los años,
con salud física y paz mental;
tranquilo de día,
profundamente dormido de noche, mezclados,
estudio y descanso, dulce recreo e inocencia que,
junto a la meditación, es lo que más complace.

Déjame vivir así, sin ser visto ni conocido;
déjame morir así, sin lamentos.
Arrebatado del mundo y sin tan siquiera una piedra
que diga dónde yazgo.

Alexander POPE-,

(1688-1744)

Alexander Pope, poeta inglés y escritor satírico, fue la mayor autoridad literaria de su época y se le consideró el prototipo del neoclasicismo inglés.


Al leer por primera vez este hermosísimo poema de Alexander Pope, da la impresión de que sólo trata de la importancia de hallar paz y silencio como requisito previo para lograr la felicidad.

De hecho, este tema no es exclusivo de este poema, sino de gran parte de la obra de este poeta de principios del siglo XVII  que vivió en las atueras de Londres, en Windsor Forest. Debido a una malformación en la columna, su estatura era de tan sólo 1,37 m.

Además, padeció tuberculosis y terribles migrañas durante toda su vida. La deformidad y la enfermedad le hicieron especialmente sensible al dolor físico y mental y, por consiguiente, la soledad de la naturaleza y la capacidad de ser autosuficiente alejado del ruido y de las agresiones de las masas se convirtió en el tema principal de su poesía.

Ahora, trescientos años después de que escribiera el poema, el mundo natural se ha transformado considerablemente, y a la luz de nuestra nueva realidad las palabras de Pope cobran una especial significación. «Contento de respirar su aire nativo en su propia tierra», en nuestro mundo moderno, con frecuencia significa tener los ojos escocidos por la contaminación, inhalar humos nocivos y contaminantes. Pocos somos los que nos sentimos aufosuficientes ordeñando nuestro ganado, esquilando a nuestras ovejas y calentando nuestro cuerpo con la madera de los árboles de nuestra propiedad, cuando no nos dan sombra. Además, como reza la tercera estrofa, este poderoso y reducido grupo está bendito:

«Bendito aquel que sin inmutarse puede ver pasar tranquilamente las horas, los días y los años, con salud física v paz mental».

Por el contrario, experimentamos un mayor deterioro físico debido a la degeneración del medio ambiente, a los niveles cada vez más altos de estrés y de ruido en un mundo lleno de toda clase de motores eléctricos, máquinas, trépanos, camiones y sirenas que bombardean nuestros sentidos. El poético consejo de Pope, trescientos años atrás, es sin duda apropiado para nuestros días.

Los tres primeros versos de este poema hacen reierencia a la necesidad de respirar aire puro, ser autosuficientes en la naturaleza y disírutar de la soledad y el silencio durante el día. Os animo a todos a hacer todo lo posible para introducir estos elementos en vuestra vida, dondequiera que viváis. Dedicad un tiempo para salir de la ciudad y estar en contacto con la naturaleza, donde podréis disfrutar de momentos de inmenso placer y de paz.

F,n la cuarta estrofa, Pope describe poéticamente cómo disfrutar del sueño profundo mezclando el recreo con la inocencia y la meditación. En otro capítulo de este libro ya he hablado sobre la importancia de la meditación, por eso no voy a volver otra vez sobre el tema. No obstante, algunos de los restantes ingredientes que enumera para llevar una vida feliz —estudio y descanso, recreo e inocencia— son actividades útiles en cualquier época.

Cuando me concedo la libertad de estudiar temas que me interesan, y consigo tiempo para relajarme, jugar al tenis, nadar o correr durante el día, conozco la inocencia infantil que «más complace», especialmente si se combina con la meditación.

Estas cuatro estrofas de «Soledad», el poema más famoso de los comienzos de Alexander Pope, antes de «El rizo robado», proporcionan una extensa variedad de ingredientes para la felicidad.

Representan una llamada a estar en comunión con un entorno lo más natural y libre de estrés posible. Te animo a que pongas en práctica este poético consejo, por más urbana, atareada y ruidosa que sea tu vida cotidiana. Personalmente, siento una especial atracción por el comienzo de la quinta estrofa del poema: «Déjame vivir así, sin ser visto ni conocido».

He tenido el privilegio de poder estar en la presencia de algunos seres divinos y avatares. Lo que mas me ha impresionado de estas personas altamente evolucionadas es ver que han sometido a sus egos y que viven como sabios silenciosos, negándose a hacer alarde de su propia divinidad. Han escogido desaparecer como seres carnales. No buscan reconocimiento por sus grandes dones; de hecho, los atribuyen todos a Dios. Cuando a san Francisco de Asís, el gran sanador del siglo XM, le preguntaban por qué no sanaba su cuerpo enfermo, respondía que quería que todos supieran que no era él quien sanaba.

Para mí, la grandeza y la felicidad se miden por la capacidad de subyugar al ego hasta el extremo de no necesitar reconocimiento por los logros, gratitud o aplausos, de no depender de la buena opinión de los demás y seguir con las tareas que te has propuesto, sencillamente porque consideras que es lo que debes hacer.

El espíritu de lo que realmente significa ser intachable o magnífico, aprender a dar en el anonimato y a resistirse a la tentación de ser alabado, ha sido maravillosamente expresado en la película Obsesión. Cuando ya no necesitamos gloria, experimentamos una nueva forma de libertad. Como dice el poeta: «Déjame morir así, sin lamentos. Arrebatado del mundo y sin tan siquiera una piedra que diga dónde yazgo».

Yo mismo he podido sentirlo en presencia de la verdadera grandeza. Es un tipo de humildad que supongo que emanaba de las personas de Jesús de Nazaret, Buda y Laozi. Cuando estaba sentado delante de Madre Mira, una maestra espiritual de la India que vive en Alemania, y miré sus divinos ojos, vi que estaba tan exenta de ego que llegó hasta lo más profundo de mi ser sin palabras, y supe con total certeza que ella no necesitaba reconocimiento, ni ahora ni nunca, por su increíble espiritualidad. Cuando Carlos Castañeda escribió sobre su relación con los naguaels, los grandes maestros espirituales, manifestó su interés por su anonimato y humildad. Eran seres aparentemente corrientes, que poseían un estado de conciencia extraordinario, vivían con gran profundidad pero con humildad, siempre presentes pero casi invisibles.

Éstas son las paradójicas cualidades que interpreto en la última estrofa del poema de Alexander Pope. Aprende a vivir sin ser visto ni conocido, ajeno a la necesidad de reconocimiento. Haz lo que deseas hacer porque sientes que hay algo que te guía y luego retírate con dignidad y en paz.

Mi primer contacto personal con el maestro Guruji estuvo rodeado de un profundo silencio que duró casi una hora. Las palabras no eran necesarias. Me transmitió una meditación para la manifestación a fin de que la enseñara; sin embargo, nunca ha mencionado desear reconocimiento alguno por ello. Los grandes maestros son conscientes de la necesidad de mantener el anonimato y la humildad.

Nadie resumió mejor esta idea que el antiguo maestro chino Lao Tsé, a quien he dedicado un capítulo de este libro. Él nos recuerda que: «Todos los ríos fluyen hacia el océano porque éste está por debajo de ellos. La humildad le otorga su poder».

Extraído del libro La Sabiduría de todos los Tiempos, de W. Dyer

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