Ten conciencia de la imposibilidad de estar fuera del espíritu omnipresente. Una manera de hacerlo es recordar, cuando despiertes por la mañana, que empieza un día en que Dios estará contigo en todo momento. Recuerda que cualquier lugar donde estés es un lugar sagrado. Cuando comas, piensa en lo que ha sido necesario para que esa comida llegue a tu plato.
Cuando hagas una llamada telefónica, conduzcas tu coche o entres en tu lugar de trabajo, trata de percibir la presencia de Dios. Cuando pongas esto en práctica, observarás que tienes una mayor sensación de paz, de seguridad, de fuerza, la certeza de que estás vivo por la sensación de integridad que emana de tu interior. Estos sentimientos son consecuencia simplemente de la práctica silenciosa, y recalco, silenciosa. No prediques ni intentes convencer a los demás para que piensen como tú. Limítate a darte cuenta de la presencia de tu origen, del que, en verdad, nunca te separas salvo en tu mente. Al ser consciente de la divina presencia, aumentas las vibraciones del campo de energía.
Esto es a lo que se refiere la doctora Hunt en la cita que inicia el capítulo. Para poder recibir la guía espiritual tienes que sintonizar con el campo de energía vibracional de Dios. Cuando te sientas irritado, ansioso o tengas miedo, ejercita tu mente para reconocer la omnipresencia del espíritu. Hazlo y verás que aquello que te asustaba parece mucho menos inquietante.
Es una manera segura de aumentar las frecuencias del campo de energía. Cuando te paras a recordar y practicas la presencia de Dios dentro de ti y a tu alrededor, literalmente te proporcionas a ti mismo un tratamiento.
Tu mente es la sustancia de toda la materia
Echa un vistazo a tu mano. ¿La describirías como inteligente? No, porque la inteligencia es la mente que dirige tu mano para moverla, asir, formar un puño y hacer un gesto de despedida. Tu mano responde a las instrucciones que le da tu mente. Sí, claro, la mano posee inteligencia, igual que toda célula viva tiene un centro de inteligencia, pero esa célula responde a las instrucciones que le da tu mente. Así tu mente es la sustancia de la materia, que se llama, mano. Ahora piensa en los demás órganos de tu cuerpo, el corazón el hígado, el bazo, todo fue creado para actuar de acuerdo con la inteligencia divina central que hay en ellos. Sí, tu mente también es su sustancia
Si así lo decides, todo su cuerpo responderá a las instrucciones de tu mente. Desde tu mente puedes decir a las partes de tu cuerpo que Dios les dio funciones y darles instrucciones para que las realicen Si utilizas tu mente para dirigir tu cuerpo, a la larga éste actuará por sí solo. Al principio, tendrás que indicarle que realice la función para la que Dios lo creó, y luego verás que lo hace por sí mismo. Pero tu mente, esa fuente de energía espiritual invisible, será siempre la sustancia de todo tu cuerpo y lo controlará. Ahora extiende este principio a todo lo que te rodea. La mente es donde experimentas toda la materia y tu mente es la sustancia de todo lo que experimentas. Cuando aumentas tu campo de energía para incluirte en la mente de Dios, tienes ese campo de Dios a tu disposición.
Toda persona en la tierra está regida por la mente de Dios, sin embargo la mayoría no reconocen este hecho y se encuentran con el problema de la ilusión de la separación que el ego provoca. Aunque he dicho repetidamente que la mente de Dios es tu mente ello no significa que tengas un monopolio, como si fueras un elegido. Esta fuerza unificadora no es sólo la inteligencia de cada persona, sino que es la inteligencia de todas las células del Universo. ¡Y todo eso al alcance de tu mente. Dirige, insiste, exige si es necesario que tu mente esté en armonía con la mente Divina y tu energía pasará de ser lenta a ser rápida, de lo material a lo espiritual, de los problemas a las soluciones.
La próxima vez que te enfrentes con un problema mira tu mano un momento y recuerda, que aunque posee inteligencia, es la mente que dirige su sustancia para que sea una mano. Luego afronta el problema con tu mente y la mente de Dios unidas
La conciencia de nuestra mortalidad ha de rendirse para dejar sitio a la conciencia espiritual.
En el escritorio de Beethoven enmarcadas bajo vidrio, había las siguientes palabras, copiadas de su puño y letra. Las había descubierto en un artículo sobre las prácticas espirituales del antiguo Egipto.
Soy lo que soy, soy todo lo que es, lo que ha sido, lo que será;
ningún mortal me ha levantado el velo Él es único y solamente
de sí mismo, y a este ser único le deben su existencia todas las cosas.
Imagínate a este gran compositor leyendo estas palabras cada día para recordar el origen de su creatividad.
También tú puedes inspirarte y decidir liberarte de tu identificación primaria con el yo material y mental y rendirte a Aquel al que todas las cosas deben su existencia. Cuando te enfrentes con un problema detente y recuerda que Dios está en tu campo y que puedes rendirte a esa idea.
Personalmente, siempre que lo hago me aparece casi de inmediato una solución. Siempre me sorprende no haberme dado cuenta de que intentaba resolver mi dificultad con mi yo mortal, sintiéndome separado y ansioso y afrontando el problema solo. Al abandonar la conciencia de su mortalidad, el campo de energía aumenta y dejas espacio para la presencia de la conciencia espiritual.
Extraído del libro La Fuerza del Espíritu , de W. Dyer
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