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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

jueves, 11 de enero de 2018

ESPERANZA


El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea demasiado alta y no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos.

MIGUEL ÁNGEL (1475-1564)

Miguel Ángel Buonarroti, pintor, escultor, arquitecto y poeta italiano del Renacimiento, es una destacada figura en la historia de las artes plásticas.En los últimos veinticinco años, he participado regularmente en programas de televisión y de radio, respondiendo a las preguntas de los oyentes que llaman al programa y participan en el debate.

Una de las críticas más frecuentes que he recibido de los invitados a estos programas es que ofrezco demasiada esperanza a las personas que se encuentran en situaciones extremas y que eso puede resultar peligroso. A pesar de las críticas, sigo sin entender cómo es posible que tener demasiada esperanza resulte peligroso.

Cuando las personas me hablan de una enfermedad para la que no hay curación posible, las animo a que se pongan como meta cambiar eso. Suelo hablar de la ley que ha permitido que ocurrieran los milagros desde el principio de los tiempos. Explico que esa ley nunca ha sido revocada y que todavía se encuentra en los libros. Cito los casos de las personas a las que se les dijo que se fueran a casa y que esperaran la muerte, a las que se les dieron seis meses de vida y que han sido capaces de superar por sí mismas la enfermedad y el diagnóstico. Recibo cartas a diario de personas que se han negado a aceptar que no había esperanza para ellas, explicando lo agradecidas que están por haber recibido un mensaje de esperanza en los momentos difíciles.

A mi entender, Miguel Ángel, que vivió nada menos que hasta los ochenta y nueve años y seguía esculpiendo, pintando, escribiendo y diseñando a una edad en la que los noventa suponían casi sesenta años por encima de la esperanza de vida de aquella época, hablaba en esta famosa cita de la idea de tener esperanzas y metas muy altas. El peligro no reside en fijar metas irreales, sino en no tener ninguna o en que ésta sea muy baja, ya que. de ese modo, con nuestra falta de fe, frenamos la posibilidad de llegar a materializar metas más altas.

Esto no sólo se aplica a la superación de enfermedades físicas, sino que prácticamente lo incluye todo. El mundo está lleno de personas con metas bajas y pensamientos limitados que desean imponer esta actitud a los demás. El verdadero riesgo está en rendirse o en dejarse llevar por las bajas expectativas. Escucha atentamente a Miguel Ángel, un hombre al que muchos consideran el mayor artista de todos los tiempos.

Recuerdo que cuando vi la estatua del David en Florencia me quedé paralizado. El tamaño, la majestuosidad, el espíritu que parecía salir del mármol era Miguel Ángel diciéndonos a todos que apuntemos bien alto. Cuando se le preguntó cómo fue capaz de crear semejante obra de arte, respondió que en realidad David ya estaba en el mármol, él se limitó a quitar lo que sobraba para que éste pudiera salir a la luz. Una elevada meta, sin duda. Hablando de alturas, vale la pena contemplar la Capilla Sixtina. Miguel Ángel tardó cuatro años en pintar la bóveda, tendido boca arriba sobre un andamio, entre 1508 y 1512. Fue un proyecto que otros artistas de menor talla habrían considerado imposible. Sin embargo Miguel Ángel lo aceptó, así como muchos otros, en una vida cuajada de energía, talento y, cómo no, de grandes metas.

En buena parte de su obra, Miguel Ángel expresa la idea de que el amor ayuda a los seres humanos en sus esfuerzos para elevarse hacia lo divino. Así lo hizo en los casi trescientos sonetos que escribió y también se puede apreciar en la representación de los temas espirituales de sus pinturas, esculturas y diseños arquitectónicos.

Desde sus humildes comienzos como hijo de un banquero, este hombre, gracias a sus altas esperanzas y a sus grandes sueños, gracias a su negativa a aceptar limitaciones, se convirtió en una de las grandes figuras del Renacimiento y de toda la historia de la humanidad.

Hace unos años, mientras paseaba con mi esposa por un poblado de Bali, alguien nos dijo que el oficio de un anciano que estaba sentado delante de una verja era fabricar nubes. Escuché atentamente mientras me explicaban que la gente del lugar creía que con su poder mental aquel hombre podía producir nubes que traerían lluvia en tiempos de sequía. He de admitir que por mi parte había algo de escepticismo, porque mis condicionamientos culturales dicen que este tipo de fenómenos están más allá del alcance de la conciencia humana. Actualmente sólo conozco una verdad respecto a dicho condicionamiento: nadie sabe lo bastante como para ser pesimista.

En alguna ocasión me he tumbado sobre el césped con mis hijos pequeños para hacer nubes, mientras mis vecinos seguramente murmuraban lo locos que estábamos por creer que podíamos hacerlo. Sencillamente, me tiene sin cuidado ese pesimismo, y me encanta cuando uno de mis hijos me dice: «¡Mira, papá, estoy haciendo que mi nube saque a la tuya de cuadro!». No veo ningún peligro en esa forma de pensar. En realidad, estoy de acuerdo con Miguel Ángel. El mayor riesgo está en conseguir las bajas metas que nos hemos propuesto.

El consejo de Miguel Ángel es tan actual ahora como lo fue en su tiempo, unos quinientos años atrás. No escuches nunca a los que intentan influirte con su pesimismo. Ten fe absoluta en tu capacidad para sentir ese amor que irradia a través del David, de La Virgen y el Niño, y de los frescos celestiales de la Capilla Sixtina. El amor es tu contacto consciente con el artista que compartió el misino espíritu universal de unidad contigo y con toda la humanidad.

Sus logros surgieron del mensaje que nos remite a todos nosotros al inicio de este verso. Apunta alto, niégate a optar por los pensamientos pequeños y las bajas expectativas, y, ante todo, no te dejes seducir por la absurda idea de que es peligroso tener demasiada esperanza. De hecho, tu elevada esperanza te ayudará a mejorar tu vida y a producir tus propias obras de arte, ya sean frescos o cestas de fruta.

Para poner en práctica el consejo de Miguel Ángel, puedes seguir estas sencillas pautas:

• No escuches o hagas tuyas las opiniones de los que señalan tus limitaciones. Recuerda siempre que cuando hablas sobre tus limitaciones lo único que obtienes son limitaciones.

• Ante todo, no tengas metas bajas o pensamientos limitados.

Eres una manifestación de Dios y en ese aspecto estás conectado con lo que causa y produce los milagros.

• Manten viva la esperanza recordando esta famosa observación de Eínstein: «Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición en las mentes mediocres».

• Cuando hayas reflexionado sobre lo que te gustaría conseguir en tu vida, aunque no te sientas preparado, imagina al anciano

Miguel Ángel, hace quinientos años, pintando, esculpiendo y escribiendo. Imagina que te está diciendo que puedes crear cualquier cosa que desees y que el gran peligro no reside en tener demasiadas esperanzas, sino en alcanzar algo que considera inalcanzable.


Extraído del libro La Sabiduría de todos los tiempos, de W.Dyer

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