La sencillez es libertad de la mente respecto de la experiencia, de la carga de la memoria. Pensamos que la sencillez es una cuestión de no tener sino pocas ropas y una escudilla de mendigo; creemos que una vida sencilla consiste en poseer muy poco externamente. Eso puede estar muy bien. Pero la verdadera sencillez implica estar libre del conocimiento, libre de los recuerdos y de la acumulación de experiencias.
¿No han reparado en las personas que dan mucha importancia al hecho de poseer muy poco y piensan que son muy sencillas? ¿Las han escuchado? Aunque puedan no tener más que un taparrabo y un bastón, están llenas de ideales. internamente son muy complejas, luchando consigo mismas, esforzándose por seguir sus propias proyecciones, sus propias creencias. internamente no son sencillas, están repletas de lo que han recogido de los libros, repletas de ideales, dogmas, temores. Exteriormente podrán poseer sólo un bastón y unas pocas ropas. Pero la verdadera sencillez de la vida es permanecer internamente vacío, inocente, sin acumular conocimientos, sin creencias ni dogmas, sin el miedo a la autoridad; y ese estado de sencillez interna puede nacer sólo cuando comprendemos realmente cada experiencia de instante en instante.
Si hemos comprendido una experiencia, entonces esa experiencia se ha terminado, no deja ningún residuo. Es a causa de que no comprendemos la experiencia, de que recordamos su placer o su dolor, que jamás somos internamente sencillos. Aquellos que tienen una disposición religiosa persiguen las cosas que contribuyen a la sencillez exterior; pero internamente son caóticos, confusos, están agobiados por innumerables anhelos, deseos, conocimientos; tienen miedo de vivir, de experimentar.
Si observan la envidia verán que es una forma profundamente arraigada de recordación que constituye un factor muy deteriorante, muy destructivo en nuestras vidas; y lo mismo ocurre con la experiencia. Esto no quiere decir que deban olvidar los hechos cotidianos o evitar la experiencia. No pueden. Pero el hombre que está lleno de experiencias no es necesariamente un hombre sabio. El que tiene una experiencia y se aferra meramente a esa experiencia, no es un hombre sabio, es como cualquier colegial que lee y acumula información de los libros.
Un hombre sabio es inocente, está libre de la experiencia; es internamente sencillo, aunque exteriormente pueda tener todas las cosas de la Tierra o muy pocas.
Extraído del libro El Arte de vivir de Krishnamurti
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