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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

domingo, 3 de septiembre de 2017

EL YO-SOMBRA




Cuando escudriñamos nuestro interior, descubrimos las muchas personalidades que compiten por utilizar nuestro cuerpo. El conflicto entre el bien y el mal, por ejemplo, da lugar a dos personalidades llamadas santo y pecador. estas jamás dejan de discutir, la primera con la esperanza permanente de ser lo suficientemente buena para satisfacer a Dios, y la otra sintiendo constantemente los “malos” impulsos que no siempre puede reprimir.

Después están los papeles con los cuales nos identificamos: hijo, padre o madre, hermano, hermana, hombre, mujer, para no mencionar el oficio que desempeñamos: médico, abogado, sacerdote, etc. Cada uno de ellos ha reclamado lo suyo dentro de nosotros, gritando por encima de los demás a fin de plantear su estrecho punto de vista. Y aún no me he referido a nuestro sentido de nacionalidad o a nuestra identidad religiosa, motivos, de por sí, de conflictos interminables.

Todas estas personalidades suelen estar en pugna. Lo que llamamos felicidad es un estado en el cual ha menguado buena parte de ese conflicto. Cuando nacimos, esa guerra no existía porque los bebés no tienen conflictos con sus deseos. Por ejemplo, no hay voces del bien y del mal sino hasta cuando el bebé es lo suficientemente grande para aprender de sus padres esos conceptos.

“Sólo podrás convertirte en mago cuando pienses nuevamente como un bebé”, dijo Merlín.

“¿Cómo piensa un bebé?”, preguntó Arturo.

“Principalmente sintiendo. El bebé siente cuándo tiene hambre o sueño. Cuando se le presentan sensaciones, puede sentir si le traen placer o dolor, y responde de conformidad. El bebé no tiene la inhibición de desear el placer y evitar el dolor”.

“No veo nada especial en eso”, dijo Arturo. “Los bebés se limitan a llorar y sonreír, comer y dormir”. “Muchos mortales serían afortunados de poder hacer esas cosas cuando crecen”, murmuró Merlín. “Estar aquí en este mundo en un estado de plena satisfacción es una verdadera hazaña”.

El instinto inocente del bebé acerca de lo que se siente bien o mal se pierde rápidamente. Poco a poco comienzan a oírse las voces interiores, primero la de la madre que dice “si”, “no”, “eres un niño muy juicioso, “eres un niño muy tonto”. Cuando el sí, no, bueno o malo concuerdan con lo que el bebé desea, no hay problema. Pero es inevitable que surja un conflicto entre las necesidades del bebé y lo que sus padres esperan. Los dos mundos, el interior y el exterior, comienzan a chocar. Las semillas de la culpabilidad y la vergüenza no tardan en sembrarse; el temperamento temerario del recién nacido se mancilla con el temor. El bebé aprende a dudar de sus propios instintos. El impulso interior de “Esto es lo que deseo” se conviene en interrogante: “¿Está bien que desee esto?”

Nos pasamos la vida esforzándonos por volver al estado de autoaceptación con el cual nacimos. Durante años se multiplican los interrogantes y arrojamos a las cavernas secretas y a las bodegas oscuras de la psique tanta cantidad de duda, vergüenza, culpabilidad y temor como podemos. Sin embargo, todos esos sentimientos permanecen vivos, por hondo que los enterremos. Todos los conflictos interiores con los cuales no logramos reconciliarnos conducen a un yo-sombra.

Extraído del libro El Sendero del Mago de D. Chopra

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