¿Cómo puedes necesitar nada de alguien a quien amas?
Amándolos no por lo que te pueden dar, sino simplemente por quienes son.
¡Pero podrían pisotearte a su antojo!
Amar a la otra persona no significa que debes dejar de amarte a ti mismo. Otorgar a otra persona una libertad total no quiere decir otorgarle el derecho de abusar de ti, no significa sentenciarte a una prisión de tu propia creación, en la que vidas una vida que no es de tu elección con el fin de que otro ser pueda vivirla como desee. Sin embargo, conceder libertad plena, en efecto, es no imponerle a alguien limitaciones de ningún tipo.
Espera un minuto. ¿Cómo puedes impedir que alguien te pisotee a su antojo si no le impones limitaciones?
No impones limitaciones sobre ellos, impones limitaciones sobre ti mismo. limitas lo que eliges experimentar, no lo que otro tiene permitido experimentar.
La limitación es voluntaria, de manera que no es evidentemente una limitación en absoluto; es una declaración de Quién Eres; es una creación, una definición.
Nadie y nada se encuentra limitado en el reino de Dios. Y el amor, igual que el alma, no conoce otra cosa más que la libertad. Y estas palabras son todas equivalentes: Amor. Libertad. Alma. Dios. Todas conllevan aspectos contenidos en las demás. Todas son iguales.
Tienes la libertad de anunciar y declarar Quién Eres Tú en cada momento del presente. De hecho, así lo haces sin siquiera saberlo. Sin embargo, no tienes la libertad de declarar quién es alguien más ni quién debería ser. El amor nunca haría algo semejante. Tampoco lo haría Dios, quien es la esencia del amor mismo.
Si deseas anunciar y declarar que eres una persona que necesita y requiere de amor exclusivo de alguien más con el fin de ser feliz, con el fin de sentirse cómodo, adecuado y seguro, tienes la libertad de hacerlo. De cualquier forma lo demostrarás con tus acciones; éstas serán tu anuncio.
La buena noticia es que, el hecho de definir quién eres y quién deseas ser, no tiene por qué traducirse en celos de otra persona, ni en control sobre ella. Tan sólo manifiesta, de forma simple y amorosa, quién eres tú y cómo eliges que sea tu vida. Tu amor por otro ser continúa, aún mientras resuelves, de manera amorosa y compasiva, cualquier diferencia que exista entre ustedes y sin importar la manera en que modifiques la naturaleza de tu relación como resultado de estas diferencias.
No necesitas dar por terminada una relación con el fin de modificarla. De hecho, no puedes terminar una relación, sólo puedes transformarla. Puedes tener una relación con todas las personas en cualquier momento. La cuestión no es si la tienes sino, ¡de qué clase es?
Tu respuesta a esa pregunta afectará tu vida para siempre y, sin duda, podría cambiar el mundo.
Extraído del libro Amistad con Dios de Neale Donald Walsh
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