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Blog del eBook El Maestro de la Realidad

sábado, 23 de septiembre de 2017

SOMOS TRANSFORMACIÓN,TRANSFORMADORES Y TRANSFORMADOS




Según la alquimia, los cuatro elementos — tierra, aire, agua y fuego — se combinan misteriosamente para llegar al mágico producto final denominado vida. No hay duda de que estamos hechos de tierra, aire y agua, modificados a partir de una forma preliminar, como el alimento. Sin embargo, no es posible destilar el fuego que anima a estos materiales sin vida, porque no es un fuego visible, ni siquiera un calor metabólico. Es el fuego de la transformación, puro y simple. Por lo tanto, somos la transformación, los transformadores y los transformados. Somos nuestro propio alquimista, encargado de transmutar constantemente las moléculas sin vida en la encarnación viva de nosotros mismos. este es el acto más creador y mágico que podemos realizar.

La maravilla de esta alquimia no tiene límite. En un momento dado podemos estar leyendo un libro, digiriendo una comida, fabricando proteínas y enzimas, almacenando información en la memoria, creciendo, respirando, evaluando el entorno, cicatrizando una herida, reemplazando células muertas, alejando los virus, y muchas otras actividades más. Todas estas transformaciones suceden en su mayoría sin que nos demos cuenta. El alquimista es invisible, trabaja detrás de bambalinas, y pocos nos interesamos alguna vez por descubrir de quién se trata. Su hogar no está en el espacio o el tiempo, sino en lo eterno, más allá de la memoria.

Siéntese un momento e imagine que puede ver su vida como un papiro que se desenrolla a medida que usted examina más y más sucesos de su pasado. Comience a desenrollar el papiro hasta que vea una escena conocida, como el día en que le dieron el empleo que tiene ahora. Véala con claridad y luego vaya más atrás, por ejemplo a sus días de universidad, y continúe haciendo lo mismo hasta ver imágenes de la escuela secundaria, la escuela primaria, el jardín infantil. Visualice tan claramente como pueda las escenas de cuando era niño, cuando apenas comenzaba a caminar, cuando era lactante. No importa si no aparecen imágenes vívidas; será suficiente con tener la sensación de cómo era usted en esas edades.

Ahora regrese al día en que nació — será pura imaginación — y luego véase como feto y después como un conjunto de células transparentes agrupadas en una bola. Vea cómo se encoge la bola hasta reducirse a dos células y luego a una sola. Por último, cruce ese punto e imagínese antes de eso, sin siquiera una célula a la cual adherirse.

Al cruzar este umbral, observe que su identidad no desaparece. Aunque no tenga imágenes a las cuales mirar, ni cuerpo, usted sigue siendo lo que es en realidad: una consciencia observadora que permanece inmutable aunque las escenas de la vida cambien constantemente. Esa es su identidad como consciencia, un alquimista activo y sabio que permanece separado, detrás del drama constante de la transformación.

Ahora trate de imaginar que esa consciencia desaparece. En otras palabras, imagine una época antes de que usted existiera. Esto es algo que no puede hacer, porque el alquimista no está confinado al reino del tiempo, donde todos los sucesos comienzan y terminan. Trate, asimismo, de avanzar hacia el futuro e imaginarse el tiempo en que usted ya ha muerto y ha desaparecido completamente de la Tierra. Tampoco puede hacerlo. Al llegar al final de la memoria, el sentimiento, las emociones, la imaginación y las ideas, todavía queda el ser en forma pura, como un impulso de vida que fluye constantemente a través del espejismo de la creación. Ese flujo ocurre en forma de transformaciones constantes, la alquimia de la existencia que se extiende a todos los mundos y más allá de ellos.

Extraído del libro El Sendero del Mago de D.Chopra

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